El maltrato animal es un delito en sí mismo, pero es frecuente que quien lo comete también esté implicado en otros actos criminales, como violencia de género, pornografía infantil, tráfico ilegal o blanqueo de dinero. Por eso, en el ámbito de la criminología está considerado como un indicador de peligrosidad que puede ayudar a los cuerpos policiales a «tirar del hilo» y destapar otros casos de enorme gravedad.
«Se puede decir que el maltrato animal es un delito transversal, más allá de que sea un delito por sí solo y de las características propias que tenga, porque va mucho más allá de lo que, en principio, nos podemos imaginar», advierte a RTVE.es Miguel Ángel Soria Verde, profesor de Psicología Criminal, Judicial y Jurídica, y responsable del Grupo de Investigación en Perfilación y Análisis de la Conducta Criminal (PACC) de la Universidad de Barcelona (UB).
Un delito unido a otros como crimen organizado, tráfico o pornografía infantil
Los investigadores que forman parte de ese grupo llevan alrededor de 12 años indagando en las «aristas» del maltrato animal como delito y colaboran con los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, y con los despachos de abogados penalistas que solicitan su ayuda.
«Con el maltrato animal se da una concurrencia criminal o delictiva. A menudo coincide con casos de violencia de género, delitos sexuales contra menores, pornografía infantil, ‘bullying’, crimen organizado, tráfico ilegal de especies o, incluso, con la radicalización de bandas», enumera Núria Querol, que, además de ser investigadora de ese mismo grupo de la UB, es médica.
Entre los múltiples ejemplos que ella ofrece a RTVE.es, menciona el siguiente: «Los grupos que investigan ciberdelitos, a menudo, cuando llegan a un caso de pornografía infantil, encuentran también muchos ficheros en los que hay bestialismo. Por ejemplo, se obliga a menores a tener relaciones sexuales con animales», cuenta.
«También pasa con el tráfico ilegal de especies, que, sin duda, implica maltrato animal. Hay animales transportados en maleta o en contenedores y muchos mueren durante el traslado. Además, este mismo delito va asociado evidentemente a otros como corrupción, blanqueo de capitales o financiación de grupos terroristas, como pasa con el Daesh», añade la investigadora, que mantiene una colaboración internacional con Estados Unidos a través del asesoramiento que hace a la Asociación Nacional de Sheriffs y al FBI, agencia que, dice, empezó en 2016 a registrar el maltrato contra animales como un «delito contra la sociedad».
En una investigación del PACC, basada en las declaraciones de una cincuentena de condenados por distintos delitos violentos, un 42 % admitió haber cometido maltrato hacia animales, que es la tipología delictiva ambiental que más aumentó en España en 2021, según el balance anual de actuaciones elaborado por el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil.
David Dorado, policía y miembro del Colegio Profesional de la Criminología de Madrid (CPCM), también confirma que esa transversalidad existe, y se basa en una investigación científica que acaba de terminar y que publicará próximamente. Además, apunta que hay relación entre la violencia hacia animales y la violencia interpersonal. «Hay quienes primero ejercen la violencia contra un ser indefenso, como son los animales domésticos, que son seres que no se pueden defender, y, posteriormente, cuando ven que les satisface personalmente van más allá y empiezan a ejercer la violencia hacia las personas».
La abogada Lola García, especializada en derecho animal, está llevando varios casos relacionados con este tipo de maltrato. Uno afecta a una perrita maltratada a la que su dueño tiene encerrada en un balcón. Los vecinos, que sufren al escuchar los lamentos del animal durante las palizas, le han pedido ayuda a la abogada, pero no se atreven a denunciar porque es, dicen, un hombre agresivo: «Es una persona violenta que además trafica con drogas. Les da miedo denunciar por si les hace algo a ellos o a su familia», comenta García, quien explica que la ausencia de denuncia dificulta que haya una intervención policial.
Si la situación cambia y las autoridades finalmente actúan en ese domicilio a raíz de la alerta por maltrato animal, lo más probable es que se topen, dice la experta, con algún otro delito además del inicial.
En cuanto a esto, Dorado recuerda a la ciudadanía que es posible hacer denuncias anónimas y asegura que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad están «obligadas» a actuar ante estos hechos.
Un «delito centinela» que puede destapar otras violencias muy graves
Por otro lado, Soria explica que hay muchas ocasiones en las que el maltrato animal conduce a descubrir nuevos hechos delictivos. Por eso, los expertos lo consideran como un «delito centinela», ya que puede ser una «señal de alarma» que lleve a las autoridades policiales detrás de esos actos tan crueles se esconden más tipos de violencia.
«En el caso de los menores puede suceder que estén maltratando a sus animales a raíz de que ellos estén siendo victimas de maltrato infantil, abusos sexuales o ‘bullying'», dice la doctora, que pide a los cuerpos policiales no «pasar por alto» el trasfondo de estos delitos contra el bienestar animal porque pueden conducirles a otras violencias graves o actos delictivos de mayor calado. En eso insiste con frecuencia, además, durante las formaciones que ofrecen a los agentes.
«El maltrato animal es un indicador de peligrosidad. Suele aparecer en todos los cuestionarios de valoración de riesgo, y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad deben darle esa importancia que tiene. Primero, porque es un delito en sí mismo, pero también porque vale la pena tirar un poco del hilo, ya que a lo mejor puede haber una concurrencia delictiva y puede destapar otros delitos muy violentos, muy graves, como los que he mencionado», subraya Quero.
Dorado señala, como policía, que se está avanzando mucho al respecto y que en su gremio cada vez se da mayor relevancia a este delito, pero admite que falta mucha formación y que sigue pendiente que España tenga un registro estatal de maltratadores de animles. «También falta introducir la violencia contra el animal doméstico en los protocolos de actuación policiales y que los policías interioricen que hay que preguntar por ellos, igual que preguntas sobre otras víctimas, porque igual la violencia se está ejerciendo contra un animal para hacer daño a otra persona y la víctima no reconoce esa violencia contra ella».
La relación entre violencia de género y maltrato animal
Los expertos explican que el maltrato animal a veces se da manera similar a lo que se conoce como «violencia vicaria» en el contexto de la violencia machista. Es decir, hay animales que son maltratados (incluso, hasta la muerte) en un intento de provocar sufrimiento a otra persona.
Esto ocurre con frecuencia en el ámbito de la violencia ejercida contra mujeres en el ámbito de la pareja o la expareja, como sostienen numerosos artículos científicos; la página web de VIOPET, una programa que acoge, de forma temporal, a los animales de mujeres víctimas de violencia machista, recoge algunas de las conclusiones de diferentes estudios. Entre ellas, que los agresores machistas que también maltratan a sus animales ejercen más control coercitivo y usan formas más peligrosas de violencia (violencia sexual, violencia emocional y acoso) que los victimarios que no maltratan animales.
También apuntan que tener antecedentes de maltrato a animales es 1 de los 4 factores de riesgo más significativos para ejercer violencia de pareja y aluden a una docena de estudios que afirman que, entre el 15 y el 48%, y hasta un 59% de mujeres víctimas de violencia retrasaban dejar una relación violenta si temía por la seguridad de sus animales de compañía.
Además, el 71% de mujeres maltratadas refiere que el maltratador ha lesionado, amenazado o matado a sus animales para controlarlas a ellas y a sus hijos.
Por eso, el sistema VioGén de Seguimiento Integral de los Casos de Violencia de Género ya incluye el maltrato a animales domésticos como item en los formularios y en VIOPET, que depende de la Dirección General de Derechos de los animales, los profesionales de atención a víctimas utilizan en sus protocolos el daño a mascotas «como un indicador de violencia y en la valoración del riesgo».
Crueldad animal como instrumento para «coaccionar» a menores
La utilización de animales para «castigar», controlar o ejercer poder es común también en otros ámbitos. De hecho, según apunta García, hay numerosas sentencias judiciales que recogen esa forma de «coacción». Pone como ejemplo el caso de establos incendiados tras un enfrentamiento con el propietario de la finca o el de vecinos que, en medio de un conflicto, intentan acabar con la vida de un animal para castigar a su dueño.
Otro estudio más del PACC de la UB deja otro dato relevante: el 94 % de las víctimas de violencia que se da en el ámbito familiar (de género, infantil o filopaternal) encuestadas indicaron que el agresor también cometía maltrato animal. En esa investigación se tuvo en cuenta, precisa la profesora, tanto el maltrato físico hacia los animales como el maltrato psicológico, que es el que se ejerce, por ejemplo, cuando se aísla a una mascota en un balcón, cuando la obligan a vivir atada a una cadena o cuando se le prohíbe jugar.
En estos casos también se ve que algunos agresores llegan a ejercer grados «extremos» de cueldad contra un animal para acorralar a sus víctimas: «Hay menores que acceden a ser agredidos sexualmente con el fin de evitar que les hagan daño a sus mascotas», apunta Querol. También se han conocido casos, continúa, de lo que denomina como «muertes por compasión», es decir, que el niño decida acabar con la vida de su mascota para ahorrarle el sufrimiento al que está siendo sometida: «Llega un momento en el que el menor no soporta más ver a su animal sufrir y la única salida que ve es matarlo».
Una sentencia de la Audiencia Provincial de Valencia de 2018 constata lo que explica esta experta. El tribunal condenó a 12 años de prisión a un hombre que abusó sexualmente a la hija de su pareja sentimental, menor de edad, «en un contexto de amedrentamiento, al verbalizar expresiones relativas a causar daño a los dos perros, golpearles, siendo consciente del profundo cariño que tenía la menor a esos animales». Las palizas a los perros eran usadas por el condenado, dice el texto, «como medio de control de la voluntad de la menor para lograr sus propósitos ilícitos» y obligarla a practicar con él relaciones sexuales.
El CPCM argumenta en su web la importancia de seguir evolucionando en el estudio del maltrato animal desde el ámbito de la criminología, dado que en España los animales domésticos están presentes en casi el 50 % de los domicilios y teniendo en cuenta también que han surgido nuevos «modelos familiares». Además, afirman que se debe considerar a los animales domésticos como «una víctima más en potencia».
«Una víctima más, con sus peculiares características, ya que suele ser el miembro más indefenso o débil de la familia, y encima necesita la voz de una persona para que pueda denunciar su situación por ella. Por lo tanto, podría estar dentro del grupo de las llamadas ‘Víctimas especiales'», sostienen.
Fuente: https://www.rtve.es/noticias/20220504/maltrato-animal-delito-violencia-criminologia/2344221.shtml